Chapter Capítulo 147
Capítulo 147
Lucrecia estaba sufriendo otro ataque de asma y la empleada le daba remedios caseros para aliviaria.
En la habitación, impregnada del aroma de los libros, sobre la cómoda de madera de peral, se encontraba un ramo de orquídeas, flores que Lucrecia había cambiado por rosas, sus favoritas, solo porque él había dicho que ella era más como esa orquídea blanca, pura y elegante. Lo que él no sabía era que esa orquídea simbolizaba lo que había pasado después en su habitación.
“Basta, llévatelo“, dijo Lucrecia con voz débil, acostada en la cama y sujetándose el pecho con dificultad para respirar.
La empleada, con el corazón encogido, le replicó, “Señorita, ¿por qué se hace esto? Los médicos la han visto, le han recetado esos remedios y no los puede dejar, si no, todo se habrá perdido. Señorita, aunque el Señor Paz sea un buen hombre, no puede apostar su salud por orgullo.”
Lucrecia negó con la cabeza, “Teresa, no me consueles más, esta enfermedad que tengo desde hace años ya no tiene cura.”
“¡Pero qué tonta es! ¿Por qué no le cuenta la verdad al Señor Paz? Si no hubiera hecho un esfuerzo sobrehumano para salvarlo de aquel incendio él ya estaría muerto.”
Con voz frágil, Lucrecia respondió, “No hablemos más de eso.”
En aquel entonces, Maurino solo tenía diez años y jugando, se quedó dormido en el almacén, un olor a gas precedió al incendio.
Cuando ella intentó sacar a Maurino, perdió la fuerza y se desmayó cerca de la salida.
Cuando los empleados de la familia Paz los encontraron, estaban fuera del almacén. Lucrecia recordaba claramente que no había sido ella quien había salvado a Maurino aunque él creía lo contrario, porque solo había recobrado la consciencia momentáneamente. En aquel incidente, Lucrecia también contrajo su asma crónica.
La familia Paz la había considerado una heroína y antes de que Lucrecia se convirtiera en adulta, Maurino ya había anunciado que ella seria la futura ‘Señora Paz“, la heredera.
Esa era también la razón por la que Noa siempre la protegía.
Lucrecia tenía sus propios motivos.
“Teresa, dile a Dana que se vaya y que mi madre no se preocupe por ella. Después de todo, es parte de la familia Paz y no debemos hacer un escándalo.”
Teresa asintió, “No se preocupe, la señora sabe lo que hace. No tiene por qué preocuparse por esa clase de gente; ella y su madre no valen la pena.”
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Bastal Lucrecia cortó la conversación con un grito, seguido de una tos violents.
La empleada le pasó un vaso de agua y dijo, “Los asuntos de la familla Paz son tabú, no se habla de ellos en ningún lado, ¿entendido?”
Claro, señorita.”
Abajo, Dana recibió un balde de agua sucia en la cara, como un perro mojado, soportó todo en silencio con el puño cerrado, sin decir una palabra, esperando el regaño de la empleada, “Señorita Paz, mejor regrese a su casa. La señora ha dicho que si vuelve a aparecer, la próxima vez será más que agua.”
Con la mirada baja y voz suave, Dana, a pesar de su apariencia desaliñada, no parecía una persona derrotada, “Volveré mañana.”
“Qué sinvergüenza eres, hasta te atreves a seducir a tu propio hermano. Se nota que tienes hambre pero de vergüenza.”
“¡Pf!”
En el momento en que se cerró la puerta, Dana se subió a su auto y se fue.
Esa noche, le subió la fiebre.
Vivía sola en un apartamento y se levantó con la cabeza pesada en busca de algo paral bajar la fiebre, pero todo estaba caducado. Tomó las llaves del auto, decidida a comprar algo para aliviar su malestar.