La Traición Silvia G. Rivero novela completa

Capítulo 49 

Ainhoa llegó al hospital justo cuando su padre estaba siendo reanimado en la sala de emergencias. Se mantuvo en pie con dificultad y se acercó a un guardia con la voz temblorosa mientras preguntaba: “¿Cómo está mi padre?” 

“Está siendo atendido, todavia no sabemos cómo va la cosa. Intentó suicidarse cortándose las venas, ha perdido bastante sangre y acaba de tener una cirugia de corazón, así que la situación es complicada.” 

Al escuchar estas palabras, Ainhoa retrocedió tambaleante unos pasos, a punto de caerse al suelo. El guardia la sostuvo de Inmediato, diciendo con preocupación: “Señorita de la Vega, no se preocupe, acaba de entrar un especialista. Estoy seguro de que el señor de la Vega estará bien.” 

Ainhoa se esforzó por contener las emociones y no dejar caer las lágrimas, miró al guardia y le preguntó: “¿Cómo intentó suicidarse mi padre?” 

El guardia dudó un momento antes de responder: “El señor de la Vega se veía muy deprimido desde ayer, también se le notaba pálido. Pensamos que tenia problemas con su corazón, así que lo trajimos al hospital para un chequeo. Pero aprovecho un momento en que la enfermera estaba administrando un suero para robar un frasco de vidrio. Volvió a la cárcel y en el baño rompió el frasco para cortarse las venas. Cuando lo encontramos, ya había un charco de sangre en el suelo y el señor de la Vega estaba inconsciente.” 

Esas palabras hicieron que Ainhoa sintiera un mareo. Ella ya se habia imaginado la razón del intento de suicidio de su padre. No quería que ella tuviera que vender su cuerpo para liberarlo. Pero, ¿quién le había contado sobre eso? 

En ese momento, se abrieron las puertas de la sala de emergencias. Ainhoa se levantó de un salto y corrió hacia la puerta preguntando: “Doctor, ¿cómo está mi padre?” 

El médico se quitó la mascarilla y dijo: “El paciente ha sufrido una infección secundaria después de su cirugia cardiaca, y encima ha perdido mucha sangre. Ahora mismo está en coma y no ha salido de peligro. Necesita ser trasladado a la UCI. Su voluntad de vivir es débil, no puede recibir ningún estimulo. Deben estar preparados.” 

Ainhoa ȧsintió tratando de mostrarse tranquila y solo respondió: “Está bien, lo entiendo.” 

Miró cómo llevaban a su padre a la unidad de cuidados intensivos. Vio cómo los médicos le conectaban a su padre todo tipo de aparatos. 

Ainhoa se derrumbó por completo. Se agachó lentamente y escondió su rostro entre las rodillas, mientras su cuerpo temblaba incontrolablemente. Nunca había tenido tanto miedo como aquel día. Ni siquiera cuando su padre entró en la sala de operaciones del corazón, había estado tan preocupada. Porque tenia fe en que, con la tecnología médica tan avanzada, la operación seria un éxito. Pero en aquel momento su padre había intentado suicidarse. Si él renunciaba a su deseo de vivir, no volveria. 

Mientras estaba sumida en la desesperación, unos pasos apresurados resonaron en el pasillo. Ainhoa levantó lentamente la cabeza y vio a Enzo, vestido de negro y con el rostro serio, acercándose a ella. Sus miradas se encontraron en el aire. En ese instante, la tensión que Ainhoa llevaba dentro se rompió. Las lágrimas que había contenido se deslizaron por sus mejillas. Al verla asi, el corazón de Enzo sintió como si alguien le hubiera clavado un cuchillo y comenzara a sangrar sin parar. Se acercó rápidamente y la rodeó con sus brazos, acariciando su cabeza con sus grandes manos. 

Con voz ronca dijo: “No tengas miedo, aqui estoy yo.” 

Las lágrimas de Ainhoa seguían cayendo, mojando la camisa nueva de Enzo. 

Con voz casi desgarrada dijo: “Enzo, tú me prometiste que si yo hacía lo que decías, mantendrías a mi padre a salvo. ¿Por qué ha pasado esto entonces? Si no despierta, ¡nunca te perdonaré en mi vida!” 

Hablaba con una voz desesperada, al borde del colapso. Su padre era la persona con la que había vivido toda su vida. También era quien la habia cuidado y mimado siempre. Si él realmente se iba, Ainhoa no sabía cómo enfrentaria la vida por