La Traición Silvia G. Rivero novela completa

Chapter Capítulo 48



Capítulo 48 

Quizás esa era la diferencia entre amar y no hacerlo. Con una sola frase de amor verdadero, él creia ciegamente. Pero no Importa lo que ella dijera, él siempre pensaba que estaba haciendo algo malo. 

Ainhoa de repente rio con una sonrisa traviesa, esos hermosos ojos almendrados brillaban con una luz seductora. Se volted y se puso encima de Enzo. Un beso húmedo y caliente cayó en su sexy nuez de Adán. Con una voz suave y seductora le dijo: ‘Presidente Castro, es esto lo que quieres? Puedo actuar para que lo veas.” 

Ella miraba intensamente a Enzo, mientras sus dedos ágiles trazaban su rostro suavemente, con una seducción y un encanto Irresistibles. 

Enzo agarró esa mano inquieta. Su nuez de Adán se movía involuntariamente diciéndole: “Ainhoa, ¿tiene que ser así? ¿No era mejor como antes?” 

Ainhoa se apoyó cerca de su oído, riendo suavemente y diciendo: “Esto no es más que el juego sin compromisos que quiere el presidente Castro, ¿no es así? Si pongo un poco más de corazón, no estaría a la altura de tus palabras.” 

“¡Ainhoa!” 

El color de los ojos de Enzo se volvió frío y le dijo: “Te lo buscaste!” 

Dicho eso, la presionó bajo el como un animal salvaje desatado. No sabia cuántas veces la habia tomado en toda la noche. A Ainhoa casi le cuesta la vida en cada una de ellas. Desde el principio hasta el final, Ainhoa cooperó bien, sin una sola queja. Pero Enzo sentia que algo le faltaba. La Ainhoa de antes, si él era demasiado brusco, lloraria y lo maldeciría, o incluso lo morderia. Pero la Ainhoa de aquel momento, como si estuviera cumpliendo una misión, se esforzaba al máximo para completarlo perfectamente. Parecía emocionada y gritaba con placer. Pero ese no era el sentimiento que Enzo quería. Mirando a Ainhoa, que estaba exhausta y dormida en sus brazos, bajó la cabeza y le dio un beso suave en los labios, mientras le decía luego en voz baja: “¿Hasta cuándo vas a seguir desafiandome?” 

Al día siguiente, Ainhoa se levantó con todo el cuerpo adolorido. Miró a su lado, y Enzo ya no estaba. Se rio de si misma con sarcasmo. Después de todo, ¿no era esa la relación que tenia con Enzo? Le ponía los pantalones y se marchaba. 

Ainhoa se arregló y estaba a punto de bajar las escaleras cuando de repente sono su teléfono móvil. Al ver un número desconocido, frunció el ceño, pero aun así contestó. De inmediato, una voz ansiosa llegó del otro lado diciendo: “¿Es familiar de Martin de la Vega? Intentó suicidarse en la cárcel y está siendo resucitado en el Hospital Carlos III, por favor, venga rápido. 

La mente de Ainhoa se quedó en blanco por un momento. Tardó unos segundos en reaccionar. Su padre había intentado suicidarse y en aquel momento estaba siendo resucitado. 

Colgó el teléfono apresuradamente y salió corriendo del dormitorio. Justo cuando llegó a la puerta, chocó contra una pared de carne y hueso. 

Al ver que Ainhoa se le lanzaba encima nada más despertarse, Enzo no pudo evitar sonreir y preguntó: “¿No te saciaste 

anoche?” 

Justo cuando iba a inclinarse para besar los lábios de Ainhoa, ella lo empujó sin piedad. Ainhoa lo miraba con los ojos húmedos. Frente a la vida o muerte de su padre, incluso ella, que era tan fuerte, necesitaba a alguien en quien apoyarse. 

Quería decirle a Enzo que su padre habia intentado suicidarse y pedirle que la acompañara. 

Pero recordando el día en que había sangrado mucho y le habia pedido ayuda y él no la habia atendido, Ainhoa se retractó. 

Retrocedió unos pasos y dijo con indiferencia: “Tengo algo que hacer, me voy primero, hoy tomaré el dia libre.” 

Sin esperar la reacción de Enzo, salió corriendo de la casa. Enzo miró su figura alejándose con una mirada profunda. Podia decir que Ainhoa le estaba ocultando algo. También podia oir que su voz temblaba. Pero de su mirada, también vio que no quería decirselo. 

El ceño de Enzo se frunció. Inmediatamente sacó su móvil y llamó a Pablo para indicarle: “Investiga si a la familia de la Vega le ha pasado algo.” 

Del otro lado, la voz algo sorprendida de Pablo respondió: “Presidente Castro, ¿no sabia que el señor de la Vega intentó suicidarse en la cárcel?” 


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