Chapter UN MATRIMONIO INESPERADO… El día del divorcio Capítulo 12
Capítulo 12: Un loco acosador.
La gran puerta de roble se cerró con estrépito detrás de Andrew cuando entró en el frío familiar del vestíbulo con suelo de mármol. El mayordomo, una figural estoica con una postura impecable, se le acercó de inmediato, sin que su rostro revelara nada.
-¿Dónde está ella? ¿La instalaste en mi habitación? – La voz de Andrew tenía un trasfondo de urgencia.
-Señor, la ubiqué al lado de su habitación -respondió el mayordomo, con palabras cuidadosas y mesuradas.
Vio cómo Andrew fruncía el ceño y una sombra inconfundible de molestia cruzaba sus facciones.
-¿Por qué? Te pedí expresamente que la instalaras en mi habitación. ¡¿Qué pasó para que me llevaras la contraria?! -inquirió su tono, delataba su descontento. -Señor, no quise llevarle la contraria, es que la señora Claudia no me dejó otra opción comenzó el mayordomo, poniéndose rígido-. Tan pronto como supo que compartiría la habitación con usted, y cuando vio todo lo que tenía esa habitación para ella, se asustó y se rehusó a quedarse allí e insistió en tener otro dormitorio o de lo contrario se iría.
Andrew exhaló, su pecho se desinfló ligeramente al procesar la información. Con un gesto de resignación, preguntó.
-¿Dónde está ahora? -inquirió con curiosidad.
-La vi salir de su habitación y en este momento ha salido a dar una vuelta casa, creo que está ahora en el segundo piso -informó el mayordomo, observando cómo la mirada de Andrew se desviaba hacia la gran escalera.
-La buscaré–dijo Andrew con firmeza, y su decisión resonó en las altas paredes mientras comenzaba a caminar por las escaleras.
-¿Va a comer?-preguntó.
por la
-Luego le aviso -respondió con aparente indiferencia mientras se dirigia a buscar a su esposa.
Mientras tanto, Claudia, con los dedos aún temblorosos por haber reorganizado sus efectos personales en la habitación de invitados, se dejó llevar por la curiosidad hacia los laberínticos pasillos de la mansión. Cada paso era tentativo,
sus ojos escudriñaban el opulento entorno que hablaba de historia y secretos.
Se detuvo ante una puerta ligeramente entreabierta, algo como magnético atrajo su mirada hacia el interior.
Con un suave empujón, entró en la habitación sin que nadie se diera cuenta, pero la vista que tenía ante ella le clavó los pies en el suelo. Paredes repletas de fotografías de ella, instantáneas, retratos, momentos captados como si un observador silencioso hiciera la crónica de su vida.
¿Qué diablos es esto?-preguntó preocupada.
Las palabras brotaron de sus labios, un susurro apenas más fuerte que una respiración, pero cargado de miedo.
Se llevó la mano a la boca y ahogó un grito ahogado.
– ¡Se volvió por completo loco! ¡Es un acosador! —exclamó al darse cuenta de ello, sintió un escalofrio.
El pánico se apoderó de su pecho y giró sobre sus talones para escapar, pero se quedó paralizada cuando el sonido de unos pasos resonó siniestramente y la puerta de la habitación terminó de abrirse.
Los pasos de Andrew se apresuraron y cada zancada resonó en el ornamentado pasillo con una sensación de urgencia que traicionaba su compostura habitual. En su mente, imaginaba a Claudia descubriendo su refugio secreto, un espacio donde tenía cada momento importante para él relacionado con ella.
Todo lo que había allí era una colección intima de momentos congelados, de un santuario dedicado a ella, hasta que pudiera tenerla a su lado.
El miedo a que ella pudiera malinterpretar sus intenciones le atenazaba, impulsándole a seguir adelante.
Cuando se acercó a la habitación, la puerta estaba entreabierta, la empujó y allí la vio, no pudo evitar que se le acelerara el corazón. Claudia lo observaba con una expresión de confusión y miedo. Sus ojos se cruzaron y en los de ella vio el destello de cientos de preguntas.
Claudia retrocedió instintivamente cuando Andrew se acercó.
Por favor, no te asustes–imploró él, con una voz teñida de desesperación que solo sirvió para aumentar su ansiedad, te juro que todo esto tiene una explicación plausible.
¿Explicación? –La voz de Claudia era aguda, sus palabras cortaron la tensión
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entre ellos. ¿Un vestier lleno de ropa, calzados de mi talla y mis gustos, y ahora. un museo con mis fotografías?– Su enfado era palpable, sus manos. gesticulaban salvajemente hacia la habitación detrás de ella-, dime ¿Qué explicación tiene eso para ti? Porque a mí solo me dice que eres un loco enfermo de atar, un acosador y no puedo quedarme ni un minuto más en esta casa. joh por Dios! Sali de un maltratador para caer en manos de un demente acosados.
-Te juro que no es así -pronunció Andrew con mortificación.
Su reacción de Andrew fue rápida y decisiva. Acortó la distancia entre ellos, sus manos encontraron los brazos de ella con un suave, pero firme agarre. Como impulsado por una fuerza que escapaba a su control, cerró la puerta tras de ellos. y la condujo de nuevo al interior, lejos de miradas indiscretas, lejos del mundo.
Por favor, no te vayas–le suplicó, con la voz apenas por encima de un susurro.
Estaban frente a frente, el aire cargado con la energía bruta de su proximidad. Pudo ver las olas tumultuosas que se estrellaron en sus ojos, sintió la tormenta que se desencadenó en su interior, una especie de corriente eléctrica los recorrió y sus corazones palpitaron estrepitosos en su pecho..
Sin mediar palabra, y sin poder tardar un segundo más, Andrew se inclinó hacia – ella y le besó los labios, un beso que hablaba de un profundo anhelo y del
tormento de los secretos guardados durante demasiado tiempo.
Fue un beso lleno de la pasión de un hombre que había amado en silencio por años, esperando una señal, una oportunidad, cualquier señal, de que su afecto podría ser correspondido.
El cuerpo de Claudia respondió contra su voluntad y antes de que su mente pudiera ponerse al día; el calor de su contacto encendió algo primitivo en su interior.
Pero tán rápido como se encendió la llama, el miedo la sofocó, y ella se apartó, jadeando en busca de aire, de claridad.
No–consiguió decir, con voz temblorosa. Todo esto… me da miedo.
Su mirada no se apartó de la de ella, buscando, sondeando algo perdido, como si de esa manera pudiera descubrir los más profundos secretos.
-¿De verdad no me recuerdas?
esperanza y anhelo.
preguntó con voz ronca, su mirada llena de
La pregunta flotó entre ellos, cargada de insinuaciones y de una historia que Claudia no podía comprender.
En ese momento, la habitación, con sus paredes como testigos silenciosos de una
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historia jamás contada, pareció cerrarse sobre ella, y la gravedad de la pregunta de Andrew amenazó con arrastrarla a un laberinto de emociones que no estaba segura de querer explorar.
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