Chapter Capítulo 91
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Capítulo 91 ¿Te duele?
Victoria permaneció en silencio. Al darse cuenta de que no había respondido, Sabrina suspiró.
-Sé que estás sesgada a su favor porque te ha ayudado, así que tus opiniones se ven influenciadas por eso. Sin embargo, deberías pensarlo un momento; puede que esa mujer tenga motivos para tenderte una trampa. Claro, te ha ayudado hace un tiempo y debes pagarle algún día, pero no tiene que ser ahora. Para ser sincera, que te haya ayudado una vez no significa que no te vaya a hacer daño ahora.
-Si, lo entiendo asintió.
Sabrina notó que su amiga se sentía decaída, así que le sugirió:
-¿Por qué no vienes a mi casa más tarde? Te haré compañía. Podemos conversar toda la noche y mañana puedo tomarme el dia libre.
-No te preocupes. -Victoria agitó la cabeza-. La abuela sigue en casa. Tengo que volver.
Además, el incidente de esa noche la había hecho reaccionar. Cuando al principio escuchó las palabras de Norberto, todavia se aferraba a una pequeña esperanza de que la situación no fuera tan mala como la hizo parecer, pero en ese momento incluso esa esperanza había quedado destruida. ¿De quien era la culpa? Solo podía culparse a sí misma por aferrarse a una ilusión.
-De acuerdo. En ese caso, deberías darte prisa en volver y dejar de sentarte en la entrada del hotel. Hay viento fuerte esta noche, incluso puedo sentir mis timpanos reverberar por el rugido del viento. ¿No tienes frio?
Victoria no pudo evitar sonreír ante el cuidado y la consideración de su amiga, por lo que dijo en voz baja:
-Está bien. Volveré ahora.
Al notar que la voz de Victoria había vuelto a la normalidad, Sabrina suspiró aliviada.
-Bien. Date prisa en volver a casa y acuérdate de avisarme cuando llegues.
-De acuerdo.
No obstante, después de colgar, Victoria no tenía prisa por irse, sino que cerró los ojos al sentir la fría brisa de la noche. Empezaba a hacer frio. En cuanto vio el pronóstico del tiempo el dia anterior, se mencionó que la temperatura bajaria de manera significativa esa noche. Habría una repentina entrada de aire frio, por lo que se le aconsejaba a la gente que se abrigara. Cuando Victoria salió esa noche, no había sentido frío. Sin embargo, en ese instante pudo sentirlo y de repente se sorbió la nariz. «Qué frio hace hoy, penso. En tanto se distanciaba, sintio una presencia a su lado. En ese momento, alguien le colocó un calido abrigo y le cubrió el cuerpo mientras podia percibir el penetrante aroma a tabaco en el aire. Luego, abrió los ojos.
-¿Te duele?
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La voz de Bautista se oyó a su lado. Extendió la mano para tratar de tocarle la herida de la mejilla, pero apenas le rozó los dedos, ella se apartó instintivamente, evitando su contacto. La mano del hombre quedó en el aire. Victoria sufrió una herida después de que Elena la agarró del cabello. Esa mujer le había rasguñado y le dejó una larga linea de sangre en la mejilla. Si uno no se hubiera fijado bien, no habría visto la marca, ya que tenía el cabello revuelto, el cual le cubría la herida.
Puesto que en ese momento se lo había recogido detrás de las orejas, la herida estaba a la vista de todos. Quizás Victoria no había sentido dolor en la herida porque el viento era tan fuerte que le insensibilizó el rostro. Solo cuando Bautista lo mencionó se dio cuenta de que tenía la mejilla lastimada.
-Estoy bien.
Él retiró la mano antes de mirarla un tanto exasperado.
-¿Por qué no te explicaste?
-¿Para qué? Se mostró apática-. El la quiere mucho. Si le dijera que se cayó sola, ¿me creeria?
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Al oír eso, Bautista no pudo evitar reir por lo bajo y señaló:
-Cierto. Siempre ha dado prioridad a Claudia desde que era joven. Haces bien en no explicarle nada.
Tras eso, no pudo evitar acariciarla en el cuello.
-Vámonos. No has cenado, así que te invito a comer. -Victoria se dio cuenta de que Bautista habia cambiado bastante de cuando era más joven. Ya no era tan mordaz al hablar-. Claudia tiene quien la consienta, pero tú me tienes a mi. No olvides que también crecimos juntos.
Victoria si creció con Bautista, pero se llegaron a conocer un poco más tarde. En cuanto lo conoció, Alejandro y ella ya eran amigos desde hacía mucho tiempo. A ella también le había agradado bastante Alejandro, así que, cualquier hombre que llegara después de él eran solo amigos para ella.
-¿Por qué te distraes? -Bautista insistió: Levántate, ¿no sientes frio aquí sentada?
Fue entonces cuando Victoria volvió en si y frunció los labios antes de decir:
-Olvidate de la cena; no tengo hambre. Además…
-¿No crees que es penoso para mi que la fiesta de bienvenida haya acabado así? ¿No puedes compensarme con la cena?
Como lo dijo de esa manera, Victoria sintió un poco de lástima por él. Se suponía que esa noche iba a ser una celebración de su regreso, pero debido al incidente entre ella y Claudia, la fiesta terminó de una forma desagradable. Aunque no fue ella quien causó el problema, seguía teniendo cierta responsabilidad.
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-De acuerdo asintió, después de pensarlo.
Bautista curvó los labios y sonrió.
-¿Qué te gustaría comer?
Veinte minutos más tarde, llegaron a una tienda de comida que se especializaba en hacer caldo de arroz con mariscos. No había mucha gente cenando a esas horas, asi que el local estaba bastante vacio. Victoria eligió una mesa junto a la ventana y se sentó. Tras darse vuelta, vio que Bautista se habia quedado de pie, con la mirada un poco perdida. Fue entonces cuando Victoria recordó algo, así que señaló:
-Olvidé que has estado afuera todo este tiempo. ¿No estás acostumbrado a este tipo de comida? ¿Por qué no ordenamos algo que te apetezca comer?
Al oír eso, Bautista volvió en sí y sonrió mientras se acomodaba los anteojos.
-No, es solo que estoy tan acostumbrado a la comida del extranjero que cada vez que veo comida local, se siente acogedor.
Tras hablar, Bautista sacó una silla frente a Victoria y se sentó. Ella no sabía si lo decia en serio, pero su respuesta fue decente y caballerosa. Luego de sentarse, el camarero se acercó a tomarles. el pedido. Al principio, la joven queria caldo de arroz con mariscos, pero al ver la foto del menú temió vomitar cuando percibiera el olor a pescado, así que pidió caldo de arroz con verduras y maiz. Después de tomar sus pedidos, el camarero se marcho. Bautista sacó unos pañuelos descartables y limpió los cubiertos antes de pasarselos. Luego, le preguntó con naturalidad:
-¿Por qué te gusta tanto el caldo de arroz?
Al oirlo, Victoria se quedó pasmada por un momento antes de mirarlo; después, como si recordara algo preguntó:
-¿Ese auto era tuyo?
Bautista asintió, sonriendo.
-Si, era yo.
Victoria se dio cuenta entonces de que cuando ese dia bajó a comprar el caldo, era él quien la observaba. No era de extrañar que se sintiera observada.
-Pensé que era una ilusión.
Bautista sonrió.
-Una ilusión? Si puedes sentirlo, entonces es real.
Victoria se quedó pasmada al oírlo. Luego lo miró con desconfianza, pues le pareció que se refería a otra cosa. Después de pensarlo, cambió de tema.
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-¿Dónde está tu auto? Además, ¿por qué no saliste de ahí? ¿Por qué te quedaste sentado mirándome? Da mucho miedo, ¿sabes?
-Probablemente queria darte una sorpresa. -Bautista suspiró, sonriendo-. Me entere de que trabajas en Grupo Calire, así que vine en cuanto baje del avión. Queria probar suerte fuera del horario laboral para ver si me encontraba contigo. -Tras decir eso, hizo una pequeña pausa y curvo los labios-. Y tuve suerte porque en verdad bajaste. Han pasado cinco años, señorita Copo de nieve. No es fácil encontrarme contigo, pero por suerte, viviré aquí a partir de ahora, asi que podré verte todos los días.
Cuando Victoria oyó eso, no pudo evitar volver a levantar la vista. Por casualidad, vio el alfiler que llevaba en la corbata gris. Ella se lo había regalado, mejor dicho, el hombre le habia insistido para que se lo comprara en aquel entonces, con la excusa de que era un regalo de cumpleaños para él. De hecho, ese dia cumplía años, así que Victoria no podia negarse. Sin embargo, no esperaba que llevara el alfiler de corbata luego de tantos años.