Secreto de amor novela por ursula suarez

Chapter Capítulo 54



Capitulo 54 Divorciarse

Si Victoria pudiera dejar de recordar situaciones del pasado, pasaría sus días en un estado de aturdimiento. Sin embargo, solo duplicaria el dolor cuando los recuerdos volvieran a abrumarla. El afecto que él le mostraba despreocupadamente en el pasado se tornó desgarrador en ese momento. Apoyada en la caja de seguridad, cerró los ojos con desesperación. Si él tan solo. pudiera corresponder a sus sentimientos. Aunque solo fuera un poco, no estaría tan desesperada

como en ese instante.

En cuanto volvió con el acta de matrimonio en manos, Alejandro acababa de salir de la ducha. Salió del baño con una expresión sombría. Justo cuando iba a pasar junto a Victoria, vio el documento que ella sostenía. Al verla, se quedó inmóvil y levantó la cabeza. Su rostro se ensombreció aún más ante esa visión. Victoria apretó el acta con impotencia al encontrarse con su mirada. Tras un segundo de silencio, él hizo una mueca de desdén.

-Pareces ansiosa.

Victoria se sorprendió por su comentario, entonces separó los labios, pero el nudo en la garganta le impidió hablar. Al final, se limitó a sujetar el acta con más fuerza mientras posaba la mirada en el suelo. ¿Qué espera que le diga? No hay nada que pueda decirle ni tiene sentido hacerlo. Al fin y al cabo, es idea suya divorciarse. La persona que de verdad quiere es la que le salvó la vida en aquel entonces. Además, también le estoy devolviendo sus favores. Lo dejaré así, puesto que no tengo nada que decirle. Después de tenerlo solo para mi durante dos años, no me arrepiento de nada. La historia que tenemos juntos puede ser una buena compensación por su ausencia en el futuro-.

-La cirugía es mañana, así que ya no tenemos que fingir. Pasaré la noche en el estudio-habló Alejandro al fin. Luego, tomó la almohada y salió de la habitación.

Victoria se quedó inmóvil un momento antes de dejar el acta de matrimonio en la mesa de noche. Tras eso, tomó la ropa limpia y se dirigió al baño. Al día siguiente, sonó la alarma del teléfono, así que se despertó. Aturdida, giró hacia un lado y la apagó; posteriormente, se sentó en la cama mientras se masajeaba la sien, ya que le palpitaba. La noche anterior no pudo dormir. bien.

En un momento pensó en Griselda, luego en su divorcio y después en su hijo. No sabía la hora en la que se había dormido. Durante el resto de la noche, los mismos recuerdos la atormentaron en sus sueños. Tras tomarse unos segundos para ordenar sus pensamientos, se deslizó en la cama y se dirigió al baño para lavarse el rostro. Al entrar, Victoria se asustó al ver su reflejo en el espejo.

Tenia ojeras visibles y el rostro pálido no hacía más que acentuarlas. Asimismo, tenía los ojos. enrojecidos y el cabello despeinado. Esa combinación la convertia en la definición andante de una mujer infeliz que llevaba una vida desordenada. Victoria examinó su reflejo en el espejo sin decir una palabra; no le gustaba nada verse asi. Entonces, se lavó rápido el rostro y se peinó. Tras eso, se aplicó una mascarilla y decidió maquillarse después.

Aunque no le importaba su aspecto, no queria preocupar a Griselda. Unos diez minutos más tarde, se quitó la mascarilla y empezó a cepillarse los dientes y a asearse. Por último, se maquilló un poco y se vistió con un atuendo casual. Cuando todo estuvo listo, se ubicó delante del espejo

para asegurarse de que estaba presentable. Salvo los ojos enrojecidos, habia alcanzado su objetivo.

Sin embargo, no poseia ninguna magia para hacer desaparecer el enrojecimiento en un segundo. Por lo tanto, se puso unos anteojos luego de un momento de reflexión. -Que los demás piensen que es un accesorio-. En ese instante, su teléfono vibró, entonces lo tomó y vio un nuevo mensaje de Alejandro que decia: -Baja cuando estés lista. Te espero en el garaje-. El texto fue simple y

breve.

Victoria no sentia ningún afecto ni preocupación. Contestó con una simple respuesta antes de levantarse para tomar un abrigo y dirigirse a la planta baja. En el momento en que pasaba por la sala de estar, Hector se acercó.

-Señora Calire, hoy se va temprano. ¿Durmió lo suficiente anoche?

Victoria esbozó una sonrisa.

-SE

Por el abrigo que llevaba puesto y ya que pasó por la mesa del comedor sin detenerse, el mayordomo no pudo evitar preguntar:

-Necesita desayunar?

Como era de esperar, ella negó con la cabeza.

-No, gracias. Voy a salir.

que su

Esa vez, Héctor guardó silencio. A decir verdad, ya se había dado cuenta de que algo ocurría entre Alejandro y Victoria. Cuando él se despertó por la mañana temprano, también descubrió jefe había dormido en el estudio la noche anterior. Al notar que las luces de allí estaban encendidas, se acercó a verificar el lugar y vio a Alejandro. Este tenía ojeras y su expresión tampoco era la mejor, luego giró en dirección al mayordomo y le preguntó con voz ronca:

-¿Qué?

Héctor se sobresaltó de inmediato ante la mirada de su jefe y no se atrevió a contestar. Tras eso, Alejandro no desayunó y se dirigió directamente al garaje con una mirada poco amigable. Al ver a Victoria salir de la casa, el mayordomo suspiró para sus adentros, impotente por no poder rectificar la situación. Victoria se colocó el abrigo en el camino. Hacía mucho frio a primera hora de la mañana y en el garaje aún más. Por eso, la joven se sorprendió al ver a Alejandro vestido solo

con una camisa de vestir.

El tenía un cigarrillo entre los dedos mientras estaba apoyado en el auto. Al acercarse, ella pudo ver el marcado contraste entre ellos. El señor Calire estaba pálido después de pasar una noche sin dormir. Comparado con Victoria, que iba maquillada, el rostro demacrado del hombre marcaba una enorme diferencia con el de ella. Alejandro levantó la cabeza en su dirección cuando oyó el eco de unos pasos; su mirada se ensombreció al ver su rostro brillante.

-¿Dormiste algo anoche? -habló tras un momento,

En cuanto dijo eso, la joven se dio cuenta de que su voz sonó ronca. Ella se sorprendió por unos segundos antes de asentir:

-Dormi bastante bien anoche. ¿Y tú?

Luego de apagar el cigarrillo, Alejandro la miró antes de contestar:

-Lo mismo.

-Me alegro de oirlo. Cuanto más examinaba su rostro, más pistas encontraba, que eran los ojos enrojecidos y las ojeras.

-Se lo ve patético, pensó. -Por suerte, tuve la premonición de maquillarme y ponerme los anteojos. Hubo un silencio absoluto entre ellos poco después de que ella contestara. Alejandro se quedó alli de pie, sin molestarse en hablar ni en subir al auto; lo único que hizo fue observarla sin. decir una palabra, con una expresión sombría. Su mirada era penetrante y Victoria se sintió incómoda por la forma en que la miraba, pero luego por fin se obligó a hablar:

-¿Nos vamos o no?

El esquivó la pregunta respondiendo con otra:

-¿Por qué tanta prisa?

-No estoy apurada -replicó. Simplemente me preocupa que tengas prisa.

-¿Por qué la tendría? -se burló tras lanzarle una mirada insondable.

Ella desvió la pregunta y se hizo la tonta.

-¿Cómo voy a saberlo?

Alejandro no dijo nada ante su réplica, sino que apenas consiguió decir algo que no estaba relacionado con lo que estaban hablando.

-Trajiste todos los documentos necesarios? No quiero enterarme de que te olvidaste de traer algún papel cuando lleguemos más tarde a la oficina estatal.

-Si, los traje. Los preparé anoche. ¿Cómo iba a olvidarme de traer documentos tan importantes? -refutó sin poder evitarlo. Después de eso, se dio vuelta hacia él. Incluso los viste anoche, ¿verdad?

Alejandro se quedó perplejo.

-Cariño, ite has preguntado alguna vez por qué eres tan consentida?

Victoria le lanzó una mirada.

-Todo es gracias a mi padre.

¿Espera que diga que es por él? ¡Es tan engreido!». En ese momento, Victoria ya había perdido la paciencia esperando a que Alejandro tomara la iniciativa. Al abrir la puerta, subió al auto antes de asomar la cabeza e instar diciendo:

-Vámonos. Creo que la oficina estatal ya está abierta. Cuanto antes hagamos esto, más temprano podremos ir al asilo. -Se abrochó el cinturón de seguridad mientras decía aquello.

Tras un breve silencio, Alejandro se sentó por fin en el asiento del conductor. Como era temprano por la mañana, el tráfico era fluido, así que llegaron sin ningún retraso. Era un día común y corriente, de modo que, cuando llegaron no había mucha gente, salvo algunas parejas. La mayoria de ellas estaban alli para solicitar el matrimonio; estaban abrazadas y se susurraban palabras afectuosas.

Victoria y Alejandro eran exactamente lo contrario de las parejas que los rodeaban. Eran atractivos y altos, lo que les hacia llamar la atención todo el tiempo. Además, Alejandro caminaba por el interior del edificio con una expresión sombría; por lo tanto, los demás solo necesitaban una mirada para saber que la pareja estaba allí para solicitar la disolución de su matrimonio.


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