Chapter Capítulo 169
Capítulo 169
Maurino, un hombre de cincuenta años, desenterro un cuerpo ya descompuesto que se había convertido en nada más que un esqueleto. Abrazando aquel cráneo, sus ojos revelaban una mezcla de tristeza, arrepentimiento y culpa. Un temblor lo recorría.
Eso no podia ser lo que Maurino sentia realmente.
Después de todo, solo era un sueño.
Maurino, siempre pensé que me tenías cariño.
Ahora me doy cuenta de que yo era la persona que te parecia más desechable, la que podias tirar sin más, la que no valía la pena mencionar.
En comparación, ella no era su hermana. Violeta se sentia más como una mascota que él mantenía a su lado, cuando quería mimarla, podía arrancar la luna del cielo y ponersela en las manos, pero si se enfadaba o tocaba sus límites, no dudaría en abandonarla sin miramientos.
Lo sabia desde los cinco años, en aquel incendio en el orfanato. Maurino nunca la había querido realmente.
De cualquier manera, tenia que alejarse de él y de la familia Paz.
A la mañana siguiente.
Violeta se despertó tarde, había olvidado cargar su teléfono y sin la alarma, durmió hasta mediodía.
Cuando desperto, finalmente puso a cargar su celular.
Justo después de arreglarse, el timbre de su habitación de hotel sonó.
Saliendo del baño con el cabello recogido, Violeta abrió la puerta y se encontró con Ernesto.
“Señorita Violeta, el señor Paz la espera para almorzar en el tercer piso.”
Con el cabello ya atado, Violeta se sirvió un vaso de agua y bebió. “Está bien, bajaré en un momento.”
En el restaurante de lujo del tercer piso, Violeta fue llevada a una terraza al aire libre. El camarero le presentó un menú extenso y ella lo hojeó.
El camarero dijo: “Señorita Violeta, el señor Paz quiere que usted ordene primero. El llegará en un momento.”
Ella pregunto: “¿Y él dónde está?”
El camarero respondió: “El señor Paz está jugando golf con algunos clientes. Calculo que terminará en media hora. Cuando la comida esté lista, usted puede empezar a comer.”
Violeta levantó la mirada sentada en una silla tejida de caña, y miró a lo lejos. Vio a un hombre con un atuendo deportivo oscuro, de figura atlética y destacada, con una chica esbelta y radiante en sus brazos, empuñando el palo de golf.
No era raro que Maurino jugara al golf con mujeres, pero Violeta no esperaba que la mujer en los brazos de Maurino fuera Julia, quien había intentado acercars ella en la escuela la última vez.
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Con un golpe certerc
no demostró su habilidad profesional.
Rodeándolo, había varios hombres de su edad, adulándolo; seguramente eran socios de negocios con los que estaba tratando.
Estaban justo debajo, en el césped no muy lejos y hasta se podía oír sus voces a lo lejos.
No eran más que adulado que no perdían la oportunidad de halagar a Maurino.
Había varias como Julia, vest:
con ropa deportiva de diseñador, con una larga cola de caballo y una gorra para el sol, irradiando juventud y vitalidad.
Los caddies en el campo de golf eran en su mayoría como Julia.
La chica, mucho más baja de estatura, tenía que mirar hacia arriba para ver a Maurino, y en sus ojos se reflejaba una adoración inocente. Violeta, en verdad, admiraba a Julia por cómo, en tan solo unos pocos días, ya había conseguido jugar al golf con Maurino. “Señor Paz, es un honor que me haya enseñado. Ha sido un tiro magnífico. Señor Paz, ya es hora de comer, ¿qué tal si yo invito esta vez?”
“¿Invitarme a comer? ¿Sabes quién soy?”
La joven de unos quince o dieciséis años lo miraba con ingenuidad. “Es el Señor Paz, ¿no?” Maurino extendió su mano para pasar el palo de golf que tenía y enseguida alguien lo tomó.
Violeta retiró su mirada indiferente y continuó ordenando algunos platos típicos del Aguamar.
Después de pedir, encendió su celular recién cargado y vio el mensaje de Adrián.
Adrián: [¿Por qué no fuiste a la escuela? ¿Estás enferma?]
Tantos días habían pasado y él solo había enviado un mensaje, y fue ayer.