Chapter Capítulo 37
Capítulo 37 Sentir su dolor
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Volvieron a oirse golpes en la ventanilla del auto, y Armando bajó la ventanilla, irritado. La persona que estaba fuera no esperaba que el dueño del auto fuera tan joven y guapo, y pensó que no era de extrañar que tuviera tanta suerte… Aunque el cristal estaba tintado y nadie podía ver dentro del auto, pero como el auto no se movia y seguía temblando. Era obvio lo que estaba pasando.
-¿Qué pasa? —Armando escupió las tres palabras asesinas, haciendo que el hombre ajeno perdiera algo de terreno, y empezó a tartamudear.
-Usted… estás ocupando toda la carretera!
Si hubiera sido en otro sitio no habria sido tan grave, pero el auto de Armando estaba aparcado justo en el paso de cebra. Aunque fuera de noche, todavía habia cimaras de tráfico que podrían captar su auto, Ide lo contrario no habria interrumpido a otros que se lo estaban pasando bien!
El rostro de Armando se ensombreció de inmediato. Incluso empezó a sentirse frustrado consigo mismo: si hubiera esperado unos segundos más y se hubiera detenido junto a la carretera, nadie los habría interrumpido…
-¡Un momento! Interrumpir? Definitivamente, aquella mujer no me excitaba..
Armando empezó a conducir a gran velocidad, sintiéndose muy molesto consigo mismo. Esta vez Clotilde estaba muy callada, y no dijo ni una palabra mientras lo veía conducir hacia Villa Hamamelis. Pero también se sentía muy confundida por dentro. No podía perdonarse a sí misma por haber cedido de repente a sus emociones.
Si su cuerpo no se hubiera debilitado de repente, debería haber sido capaz de empujar a Armando. Si sus. dedos no estuvieran tan débiles que no pudiera sujetar una aguja, Armando tampoco se habría salido con la suya. Armando también se quedó en silencio: no era la primera vez que tenia un deseo tan fuerte por Clotilde. Tal vez deberia ir a buscar a una mujer.
Tras bajarse, Clotilde no dijo nada y se dirigió directamente a la habitación de invitados. El mayordomo la miró con extrañeza, pero cuando volvió a mirar a Armando, dejó escapar un pequeño grito ahogado.
-Señor Armando, está usted herido?
Armando se miró y vio que su chaqueta tenía algunas manchas de sangre. Después de ser acuchillada por Jaime, Clotilde había utilizado una aguja para detener la hemorragia y había vendado la herida de forma muy sencilla, pero el beso anterior había sido tan intenso que la herida habia empezado a sangrar de nuevo, pero no era visible a través de su ropa negra. De repente, Armando cayó en la cuenta:
-¿Clotilde esta herida?–.
Armando le dijo al mayordomo que llamara rápido a Sanz, y de repente recordó que en realidad Clotilde podía curarse sola, asi que agarró el botiquín y se dirigió a la habitación de invitados. Cuando llegó a la puerta de la habitación, se detuvo de repente.
-¿Qué le pasaba? ¿Por qué estaba tan ansioso?
Cuando pensó en cómo habia hecho todo lo posible por rescatarla y ella se volvió para regañarlo por ser un entrometido, se sintió muy incomprendido. Aquella mujer estaba predispuesta en su contra y no apreciaba en absoluto lo que había hecho. Ella estaba herida, pero fingió estar bien todo el viaje, obviamente no queria preocuparlo. Por favor, no podía preocuparse por si estaba viva o muerta.
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Capitulo 37 Sentir su dolor
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Con este pensamiento, Armando se dio la vuelta para alejarse, pero sus pies se negaban a moverse, icomo si estuviera atado al suelo! Se maldijo a sí mismo y llamó a la puerta de todos modos, pero nadie respondió.
Armando temía que le hubiera pasado algo a Clotilde, asi que abrió la puerta y entró para encontrarse con que había varias prendas de ropa en el suelo. Un top negro, unos pantalones negros y un sujetador ensangrentado.
-Armando se quedó helado.
-¿Clotilde se está bañando?.
No pudo evitar pensar en cómo Clotilde había querido demostrar su inocencia unas noches atrás y se habia desnudado delante de él… En realidad, aquel dia no pretendía mostrarse tan feroz, pero cuando vio las marcas de arañazos de dudoso aspecto que tenía por todas partes, no pudo controlarse y ituvo ganas de estallar!
Queria protegerla, pero su ira lo hizo querer humillarla, Justo cuando aún estaba aturdido, se abrió la puerta del baño. Clotilde se quedó helada al ver a Armando. Estaba sujetando una toalla grande y secándose el cabello, su largo cabello negro mojado y pegado a su cuerpo bien definido, resaltando la aterradora raja roja y larga de su pecho.
Cuando aquellos ojos brillantes lo miraron confundidos, aquella herida no contaba para nada: era como una perfecta Venus de Milo, cada linea de su cuerpo destilaba belleza. Sus miradas se cruzaron y Armando se giró con violencia, pero Clotilde no gritó.
Se envolvió con tranquilidad en la toalla y se echó el cabello hacia atrás, dejando al descubierto por completo la herida del pecho. Armando seguia esperando a que ella se enfadara o gritara sorprendida, pero no había ningún sonido ni movimiento detrás de él, así que se dio la vuelta sólo para encontrar a Clotilde sentada ante el tocador, frente al espejo y revisandose la herida.
La herida era bastante profunda y muy dolorosa, pero a Clotilde le gustaba este tipo de dolor. Seguía sintiendo que todo era muy surrealista, como si esta nueva vida no fuera real sino sólo un sueño. Que esto podía ser el resultado de que se había vuelto loça por estar encerrada en el centro de investigación, y que su subconsciente se había encerrado y había creado un universo alternativo.
Por eso fue tan atrevida y escandalosa desde que renació. Había tirado por la borda todas sus reservas, hacia lo que quería y se había convertido en otra persona. Sólo el dolor volvia a hacerla sentir real. Sonrió levemente e inclinó la cabeza para mirar a Armando.
Ya que la has traído aqui, ino me la vas a dar?
Armando miró su herida y con voz seria
-El médico de cabecera está de camino.
-Puedo hacerlo yo mismo, dámelo.
Armando frunció el ceño. Odiaba cuando ella se volvía fría y racional. Incluso cuando se ponía quisquillosa y discutidora… eso éra mejor que este charco de água estancada. Pero como estaba herida, Armando ocultó su descontento y le pasó el botiquin, y luego envió un mensaje al mayordomo para decirle a Sanz que no viniera/Al fin y al cabo, Clotilde era un médico más experto que Sanz.
El botiquín tenía todo lo que ella necesitaba, incluidas agujas e hilo para coser cortes. La herida habia dejado de sangrar después de que ella misma se practicara acupuntura, pero seguía roja y abierta y tenia
14:06 Sat, 6 Jul
Capitulo 37 Sentir su dolor
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un aspecto aterrador. Armando supo de inmediato que se trataba de una herida de cuchillo, un cuchillo que la había acuchillado verticalmente.
De repente sintió que le subía la ira al corazón, apretó los dientes y pregunto:
-¿Esto te lo ha infligido Jaime?
Clotilde no respondió. En lugar de eso, se limitó a ponerse un par de guantes y a desinfectar la herida con mucha brusquedad, haciendo que un poco de sangre cayera sobre la piel blanca de su pecho, cada gota tan brillante como las flores rojas de ciruelo floreciendo en la nieve. Armando la agarró de la muñeca y le dijo:
¿No puedes ser un poco más suave?
Su voz era muy feroz, como si fuera con él con quien estaba siendo brusca.
Amenazó:
-¡Si no lo haces con más atención, haré que el doctor Alfredo te cosa!
Clotilde lo miró extrañada, como si intentara decirle que a él no le importaba si ella se lo hacía con suavidad o no, ya que, de todos modos, no era él quien sentía el dolor. Pero como Armando la observaba como un halcón, Clotilde aminoró el ritmo de sus acciones y se mostró más amable, y Armando se apaciguó.
Pero cuando la vio recoger la aguja y prepararse para coser, aunque cra el procedimiento correcto.
-¿Vas a aplicar algún tipo de anestesia?
Clotilde respondió débilmente:
-No hay.
Armando no era médico, supo que no
La anestesia podía ser peligrosa si no se manipulaba correctamente, y como los Earias eran humanos. como los demás, era ilegal guardar anestesia y sustancias similares en un botiquin de primeros auxilios.
-¡Voy por un poco! -Armando se levantó, pero añadió una cosa más por si acaso-, ¡No hagas nada,
poco!-Armando espera aqui!
Tras ver que Armando salía de la habitación a toda prisa, Clotilde sonrió satisfecha y continuó cosiéndose. Por lo general, la chica del espejo permanecia inexpresiva, pero cuando le dolia de verdad, fruncía el ceño, pero tenia los labios torcidos. El dolor significaba que estaba viva. Cuanto más dolor sentía, más viva
estaba.
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