Ni en la muerte

Chapter Capítulo 2



Capítulo 2 De vuelta a cuando ocurrió la pesadilla

Clotilde se despertó por el sonido de un trueno mientras yacía en el anexo de la Mansión Farías. Era de noche, y la fuerte lluvia golpeaba contra el blanco ventanal. Un relámpago brilló a través de la ventana, arrojando una luz intensa sobre ella y la desordenada cama en la que estaba acostada. Escuchó débilmente a dos hombres que hablaban fuera. Tenía fiebre, pero intentó levantarse… De repente se quedó paralizada. «Espera… ¿No estaba muerta?». Ella lo sabía mejor que nadie: no podía haber sobrevivido después de desconectar las máquinas de soporte vital. Sus piernas también habían estado paralizadas durante los últimos tres años, ¿cómo podían moverse ahora? Clotilde se llevó la mano a las piernas de forma inconsciente y se fijó en un anillo de esmeralda que llevaba en el pulgar izquierdo. Se lo habían regalado los Farías al comprometerse con ella, pero se lo habían quitado a los 18 años. La serie de revelaciones impactantes le hizo empezar a pensar con más claridad. Fuertes lluvias, una lujosa habitación en un bungalow, despertarse después de haber sido drogada, los hombres de fuera… «¿Podría ser que no hubiera muerto, sino que de algún modo hubiera reiniciado mi vida? ¡¿Se reinició la vida la noche en que ocurrió la peor pesadilla de mi vida?!». Al darse cuenta de esto, su primera reacción no fue de alegría sino de terror. Porque si en realidad fue ese día, entonces… ¡los dos hombres que hablaban fuera eran los dos canallas que querían violarla! En su vida anterior, intentó defenderse a pesar de estar drogada y consiguió utilizar un teléfono celular para golpear la cabeza de uno de los hombres, pero él le devolvió el golpe y ella se desmayó. Al final se despertó del dolor de haber sido torturada por ellos. Ahora estaba ocurriendo de nuevo, pero esta vez recuperó el conocimiento antes que la última vez. El corazón de Clotilde empezó a latir con fuerza. Si todo sucedía igual que la última vez, Camila, junto con otros, iba a irrumpir en la habitación para «pillarla in fraganti» en unos instantes. Así fue como cayó en desgracia en su vida anterior y tuvo que cancelar su compromiso. Si ésta era su segunda oportunidad de vivir, ¡esta vez iba a salvarse! Tenía que buscar ayuda. Se levantó de la cama y de inmediato se cayó: después de no haber podido caminar en los últimos tres años, de alguna manera había olvidado cómo hacerlo. Las voces de fuera se detuvieron al escucharla caer. —¡Hay un ruido que viene de la habitación! ¿Está despierta? Clotilde casi dejó de respirar cuando escuchó aquellas voces familiares de aquella pesadilla pasada. Rápido agarró su ropa y usó todas sus fuerzas para levantarse del suelo. Las gotas de lluvia helada la salpicaron directamente a través de la ventana abierta cuando se dio cuenta de que había un problema: estaba en el segundo piso. El anexo estaba muy alejado de la casa principal, donde esa misma noche se celebraba una fiesta familiar. Todos los criados debían de estar en la casa principal atendiendo a los invitados, así que, aunque gritara hasta quedarse afónica, no la escucharían por encima de la intensa lluvia. Los hombres de fuera habían llegado a la puerta y estaban girando el picaporte. Sin otra salida, Clotilde no tuvo tiempo de dudar. Trepó por la ventana a pesar de que le dolía todo el cuerpo y dio el salto de tres metros. Aterrizó y utilizó las fuerzas que le quedaban para rodar hacia delante, pero un dolor agudo le recorrió el cuerpo en cuanto aterrizó, como si se hubiera roto todos los huesos. —¡Maldita sea! Se ha escapado. Cuando escuchó sus voces, Clotilde dio otra dolorosa voltereta hacia delante y se tumbó bajo los arbustos, con el cuerpo tenso por el miedo. Se escuchaba jadear bajo la lluvia. Uno de los hombres sacó la cabeza por la ventana, pero no la encontró y empezó a gritar enfadado al otro: —¡Date prisa y encuéntrala! No puede ir muy lejos. —Ambos corrieron hacia las escaleras. Clotilde seguía sufriendo los efectos de la droga y no podía defenderse en esta situación, así que su única salida era correr. Soportando el dolor, consiguió ponerse algo de ropa antes de sumergirse de nuevo entre los arbustos. Su estrategia consistía en trepar hasta la casa principal al abrigo de las plantas y la lluvia. Los dos hombres no cejaron en su empeño de buscarla, buscando por todas partes dentro del recinto. Varias veces estuvieron muy cerca de encontrarla, utilizando palos para golpear las ramas y las hojas, y a veces se acercaron tanto que Clotilde pudo ver sus zapatos de cuero. Cuanto más la buscaban con desesperación, más tranquila se quedaba Clotilde. No tenía tiempo para pensar por qué su vida había vuelto a ese día en particular. Sólo sabía que no debía permitir que le ocurriera lo mismo por segunda vez, aunque todo aquello no fuera más que un sueño. A través de las hojas, sus ojos enrojecidos pudieron ver por fin la casa principal, iluminada con intensidad. «¡Mi vida no volverá a ser como antes! Mientras consiga entrar en la casa, ¡esta vida no será igual que la anterior!». La casa principal abarcaba 3 kilómetros cuadrados y lucía imponente bajo las fuertes lluvias. La fiesta en el salón de banquetes, lujosamente decorado, casi había llegado a su fin. Había pocos invitados, pero cada uno de ellos era una persona importante e influyente. Sin embargo, los Santillana estaban invitados a la fiesta sólo porque sus hijos se habían comprometidos de bebés. Por ello, Benedicto Santillana se sentía muy fuera de lugar en esta fiesta y no veía la hora de volver a casa, pero su segundo matrimonio era con una mujer extrovertida que podía entablar conversación con cualquier persona del mundo. De repente, las puertas se abrieron de golpe. Todos se sobresaltaron y se volvieron para mirar la puerta. Benedicto gritó sorprendido: —¡¿Cleo?! Un relámpago y un trueno retumbaron justo detrás de Clotilde. Que estaba cubierta de barro y magulladuras, con el cabello mojado y sin zapatos, parecía más un fantasma que un ser humano. Sólo pudo llegar hasta la puerta porque tenía ese anillo esmeralda en el pulgar que la marcaba como futura nuera de la Familia Farías. En su vida anterior, nunca habría permitido que ninguno de los Farías la viera en ese terrible estado, pero ahora… Clotilde rio con frialdad y, con un rápido vistazo a la habitación, encontró a Camila y entrecerró los ojos. En ese momento, ¡le hirvió la sangre! Camila se quedó estupefacta ante aquella mirada: «¿Cuándo había tenido aquella inútil de su hermana una mirada tan aterradora? Además, ¿qué estaban haciendo Alejandro y Ignacio? ¡Prácticamente les había entregado a Clotilde y ellos la dejaron escapar!». Llamó disimuladamente a Alejandro Madrigal, luego puso cara de sorpresa y corrió hacia su hermana. —¡Hermana! ¡Pensaba que estabas borracha y descansando en el anexo! ¿Por qué tienes ese aspecto? ¿Algún tipo ha intentado hacerse el antipático contigo? Las palabras que salieron de su boca eran calumniosas, y su elección de palabras dirigió los pensamientos de los invitados en la dirección que ella quería. Los invitados ni siquiera habían pensado en eso, pero una vez que Camila se lo metió en la cabeza, no pudieron ver la situación de otra manera. La cara de Clotilde estaba antinaturalmente roja y sus ropas estaban hechas un desastre parecía que acababa de ser agredida sexualmente. De repente, alguien soltó un grito ahogado: —¿No es ésta la prometida del Señor Armando? La prometida del Señor Armando parecía un desastre en una fiesta en la Mansión Farías, qué impropio, pensaron los invitados mientras empezaban a murmurar entre ellos sobre Clotilde. Al ver la conmoción en los rostros de los invitados, Camila fingió ponerse ansiosa e intentó explicar la situación en nombre de Clotilde. —Cleo, eres muy fuerte, ¿verdad? Ni siquiera los guardias de seguridad son rival para ti… o es que estabas muy borracha, así que … «¿Así que no fue capaz de resistir a un atacante? ¿O terminó acostándose con cualquier persona al azar?». Camila se interrumpió a propósito al final, dejando a la multitud con su propia imaginación, sondeando a Clotilde con la mirada. Al escuchar que las voces de la multitud se hacían más fuertes, Camila hizo un gran alarde de ansiedad, enrojeciendo y al final gritando: —¡Oh, querida! ¡No tengas miedo, mi querida hermana! El Señor Farías se vengará de quien te haya hecho esto. Clotilde estaba en realidad impresionada por su actuación. Sólo unas pocas palabras podían causar semejante alboroto; armada con semejantes tácticas, ¡no era de extrañar que sufriera tan tremendo final! Clotilde al final abrió la boca para hablar, con la voz ronca y un poco rígida. —¿Estás diciendo… que piensas que han abusado de mí? —Tenía la ropa hecha un desastre, pero su expresión seguía siendo tranquila, como si todo hubiera sido un malentendido. En cambio, era la hermana menor la que lloraba y montaba una escena, pero cada palabra que salía de su boca era una calumnia… y parecía que algo escandaloso estaba a punto de ocurrir… La respuesta de Clotilde tomó por sorpresa a Camila, que con torpeza intentó darle la vuelta a la situación. —¡Hermanita! No quería decir eso… ¡Oh, mira que estás herida! ¿Por qué no vuelves y descansas? Hay mucha gente mirándote, el Señor Farías se enfadaría si te ve así.


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