La Traición Silvia G. Rivero novela completa

Chapter Capítulo 37



Capítulo 37 

Unos minutos después, Ainhoa tocó a la puerta de la oficina del presidente. Ya no tenia la actitud dominante de antes, en su lugar habia una sonrisa suave y natural, propia de una mujer profesional. 

“Presidente Castro, ¿necesitaba algo de mi?” Preguntó ella. 

Enzo la miró con las manos vacias y frunció ligeramente el ceño preguntando: “¿Y el desayuno?” 

Antes, cuando él no tenía tiempo para desayunar, Ainhoa siempre le preparaba algo y se lo llevaba en un termo 

a la oficina. 

Ainhoa sonrió levemente y dijo respetuosamente: “Presidente Castro, ¿prefiere un desayuno japonés o mediterráneo? Ahora mismo lo encargo.” 

“¿Tú no preparaste nada?” Sondeó él. 

Ainhoa sonrio incómoda respondiendo: “Presidente Castro, creo que eso no está en mi contrato.” 

Enzo la miraba fijamente, tratando de encontrar en su rostro la sombra de lo que había sido antes. Antes, cuando ella lo miraba, sus ojos brillaban como estrellas. Pero en aquel momento, su rostro solo mostraba una sonrisa oficial, sin rastro de sentimientos personales. Enzo sintió un vacío en el pecho, como si algo que siempre había tenido en la palma de su mano estuviera desapareciendo sin que él se diera cuenta. Era una sensación que nunca habia experimentado, le resultaba muy extraño. 

De 

e repente, la atrajo hacia si y, sujetándola por la barbilla, soltó una risita fría indicándole: “Entonces haz algo que si esté en el contrato!” 

Dicho eso, capturó sus labios suaves con los suyos. La abrazo con fuerza, besandola una y otra vez con avidez. Deseaba poder devorarla, para que ella se sometiera y dejara de pensar en irse. Ainhoa sentia un hormigueo en el cuero cabelludo, sus manos se aferraban firmemente a la corbata de él. Ella ya estaba preparada; sabia que al volver, Enzo jugaría con ella incluso más que antes. Este tipo de pasión de oficina probablemente se convertiria en una rutina diaria. Enzo sintió que Ainhoa no estaba correspondiendo y de repente se detuvo. Sus ojos ardientes la miraban fijamente y rozaba su nariz con la de ella de manera insinuante y tentadora. 

Su voz sonaba ronca y apenas audible cuando le dijo: “Antes de la reunión, voy a cobrar la deuda de anoche.” 

Sin esperar su reacción, volvió a inclinarse para morder sus labios. Esta vez fue aún más erótico y provocativo que antes. Justo cuando Enzo estaba completamente absorto en el beso, la puerta de la oficina se abrió. 

La señora Castro, al presenciar la escena, su expresión se enfrió instantáneamente. 

“¡¿Qué están haciendo?!” Preguntó estupefacta. 

Al oir el ruido, Enzo soltó a Ainhoa con calma, pero aún la mantenia firmemente en sus brazos. Sus ojos, que momentos antes brillaban con pasión, ahora estaban cubiertos de frialdad. Sin inmutarse le dijo a la señora Castro: “Esto es el despacho del presidente, ¿no sabe tocar antes de entrar?” 

La señora Castro estaba furiosa y le reclamó: “Soy tu madre y asi me hablas!” 

“Pero aqui usted es mi subordinada y debe seguir mis reglas, no se exceda.” Dijo Enzo sostenido su lugar. 

Su tono de voz era frío y desprovisto de cualquier emoción. Se inclino para ajustar la ropa de Ainhoa y ordenó con voz grave: “Prepárate para la júnta de accionistas, sal y organizate.” 

Ainhoa se levantó, estaba a punto de irse cuando la señora Castro la agarró de la muñeca y le dijo: “No te vayas, aclárame cómo has seducido a mi hijo.” 

Ainhoa sonrió y contestó con serenidad: Creo que debería preguntarle a su hijo con qué métodos me obligó a volver.” 

Ella miró frlamente a la señora Castro y se liberó lentamente de su agarre. Sin miedo, se alejó de ella. 

La señora Castro, señalando a su figura que se alejaba, estaba tan enfadada que le subía la presión. Eufórica le dijo: “Enzo, me traicionas, investigas mis cuentas personales, me obligas a dejar en paz a la familia de la Vega, ¿todo por conseguir a una mujer asi? ¿Qué tiene ella de especial para que hagas todo esto?” 

Enzo se rio con desden diciendo: “Eso es lo que usted me ha obligado a hacer. Si hubiera soltado las riendas cuando se lo pedi, no habría descubierto que usted se apropió de diez mil millones de la caridad del grupo.” 


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