Despidiéndose de mi amor

Chapter Capítulo 216



Capítulo 0216 

Si no fuera por la presencia del niño Ramón, Julio habría sido aún más mordaz y sus palabras habrían sido aún más hirientes. 

Cuando Andrés y su esposa salieron de la habitación, sus caras estaban completamente rojas de la vergüenza. Andrés, sin importar su dignidad, exclamó: 

-¿Quién se cree que es Julio para atreverse a darme lecciones? ¡Yo soy mayor que 

él! 

A su lado, Luisa, que llevaba de la mano a su marido, también estaba realmente furiosa. 

-Tu primo ni siquiera se molestó en darte la más mínima cortesía, nos degradó de una forma muy cruel, delante del niño y del señor. 

Ella miró directo hacia donde vivía Julio y de repente esbozó una sonrisa fría: 

-Probablemente no sabe quién es el verdadero hazmerreír. 

Andrés, confundido, le preguntó: 

-¿Qué quieres decir? 

Luisa soltó una gran carcajada: 

-¿No escuchaste que trajo de regreso a esa muchacha sorda? 

-¿Y qué? 

Andrés pensó justo en ese momento en Silvia, lamentándose de que, a pesar de ser hermosa, tenía problemas auditivos. 

-Querido, no te preocupes por eso, la humillación de hoy se la haré pagar. ¡Ustedes no saben que la persona que realmente le gusta a la sorda no es él! 

Ese secreto, solo Luisa lo sabía, y lo descubrió por casualidad. Antes no lo había dicho porque quería ver cómo Silvia se convertía en un total chiste. Pero ahora, ¡haría que Julio experimentara lo que realmente significaba ser inútil y ser el verdadero hazmerreír! 

Cuando Julio regresó a la habitación, Silvia ya estaba acostada en la cama, leyendo un libro. La suave luz que caía sobre ella realzaba la ternura de su perfil. Julio arrojó en ese momento su chaqueta a un lado y se quitó la corbata, desabrochando uno a uno los botones de su camisa. 

-¿Qué quería mi madre?/–le preguntó. 

Silvia lo miró fijamente y vio que el hombre ya se había desnudado hasta quedar solo en pantalones. Su torso musculoso hizo que ella apartara la mirada de inmediato. 

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-Quiere que tengamos un hijo -respondió. 

-Dijo que me daría dos mil millones por cada hijo. 

-¿Lo aceptaste? -Julio se acercó de forma sugestiva, susurrando cerca de su oído. 

-No, no quiero vender a mi hijo. 

Cuando Silvia giró la cabeza, sus labios rozaron la mejilla de él. El corazón de Julio dio un 

vuelco total, sintiéndose inexplicablemente decepcionado. Con un solo brazo, levantó a Silvia. 

Ella lo detuvo

-¿Puedes prometerme una cosa? 

Julio respiraba con gran fuerza. 

-Hablamos después. 

-No, tiene que ser ahora. 

Julio estaba en una situación bastante difícil. 

-Está bien, dime. 

-Mañana es festivo. Quiero ver a Juan. 

-No la rechazó Julio de inmediato. 

-Lo viste hace dos días. 

-Ninguna madre se queja de ver poco a su hijo. En verdad, lo extraño muchísimo. Si mañana es posible, ¿puedes darme una fecha para verlo? Quiero pasar tiempo con él. 

Silvia sabía cómo lograr que Julio lo aceptara, después de tantos intentos. Deliberadamente evitó su contacto y se apartó directamente, dando a entender que no habría nada entre ellos si él no lo aceptaba. Como era de esperar, justo en esos momentos, el razonamiento de los hombres siempre disminuía, incluso para Julio. 

-Pasado mañana. 

-De acuerdo le dijo Silvia. 

La nuez de Adán de Julio se móvió ligeramente. 

-¿Cómo me vas a agradecer? 

Silvia no lo entendió en ese momento. 

-¿Agradecerte? 

-Esta noche, quiero que me hagas muy feliz. 

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Silvia lo entendió al instante y lo encontró bastante indignante. Su rostro se sonrojó al 

instante. 

-Pero no sé cómo, 

Julio la miró con gran ternura. 

-No te preocupes, yo te lo enseñaré. 

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