Cuando tu prometido te engaña novela

Chapter Capítulo 10



10 

Leticia tomó el cuchillo, jugueteando con este con despreocupación. En sus ojos había una expresión burlona, como si estuviera dudando cómo cortarme. 

El brillo del cuchillo reflejaba una luz siniestra bajo la tenue iluminación. 

Ella se acercó a mí lentamente, como un espectro. 

-Tu cara no es tan destacada, ¿cómo es que Diego no puede olvidarte? 

Dijo, frunciendo los labios y abriendo los ojos con una expresión de confusión fingida. Detrás de sus grandes ojos, se ocultaba un deseo de venganza. 

Se inclino hacia mí, acercando la punta del cuchillo a mi mejilla derecha. 

Luego, aplicó presión lentamente, hundiéndolo. 

-Av… 

El dolor punzante me golpeó de inmediato. La sangre fría comenzó a correr rápidamente por mi rostro, manchando mi ropa. 

Leticia abrió la boca ligeramente, fingiendo sorpresa: -Vaya, ¿cómo es que apenas con un roce ya sangras? Me pregunto si a Diego le dolería verté así. 

Su tono era exageradamente teatral, pero la emoción en sus ojos era evidente. 

-Leticia, ¿estás loca? 

Soporté el dolor, apreté los dientes y grité. 

-Qué raro, Diego también ha estado diciéndome que estoy loca últimamente. 

Inclina la cabeza, como si no entendiera: -¿Pero por qué siento que los locos son ustedes dos? 

-Al principio, creí que si lograba arruinar su boda, ustedes dos se separarían para siempre. No dudé en envenenar a mi perrito para que Diego me consolara. Aunque logré mi cometido y él renunció a casarse contigo por mí, ¿por qué, después de que te fuiste, cambió tan radicalmente? Antes, eras como un perrito faldero para Diego. ¿Por qué ahora de repente te importa tanto? Dime, ¿no es eso una locura? 

Leticia se excitaba cada vez más mientras hablaba, y empezó a mover el cuchillo rápidamente en mi cara, hundiéndolo en mi carne. 

Donde la punta del cuchillo pasaba, mi carne se abría. 

Pronto, una larga cicatriz del tamaño de un dedo cruzaba mi mejilla derecha. 

Una herida larga y profunda que hacía que mi rostro se viera grotesco. 

La sangre caía a borbotones, empapando mi ropa en el hombro derecho. 


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