Chapter Capítulo 42
Capitulo 42 Peligro
Después de hablar, Victoria no pudo molestarse en perder más tiempo con ella, así que empacó sus pertenencias y enseguida se fue de la cafetería. Sin embargo, no se dio cuenta de que después de que se fue, Carlos, se sentó frente a Claudia y comenzó a preguntarle por ella.
Después de salir, Victoria no se fue a casa y, en cambio, se puso de pie al costado de la calle, mirando a los autos pasar; sentía un gran alivio.
No pudo evitar llamar a su padre, Antonio, para compartir la noticia de que había devuelto el favor, pero el teléfono sonó durante mucho tiempo y no contestó nadie. Le echó un vistazo a la hora y supuso que era probable que su padre estuviera ocupado con el trabajo, así que no volvió a llamarlo.
Durante el resto del dia, Victoria continuó acompañando a Griselda en el asilo. Como había hablado con Claudia por mucho tiempo, se demoró y llegó un poco tarde.
-Señora Calire, ha llegado más de media hora tarde. La gran señora Calire la ha estado esperando durante mucho tiempo le dijo el cuidador cuando llegó.
Tras escucharlo, Victoria se sintió un poco culpable.
-Tenía que hacer algo de camino y me demoré.
-Entonces entre rápido.
-Bueno. Victoria aceleró los pasos y enseguida llegó a la habitación.
Era probable que todos los cuidadores se hubieran ido al mismo tiempo y solo estaba Griselda en la habitación. Cuando Victoria estaba por entrar, de repente se detuvo, ya que vio que Griselda sostenía una foto y la miraba, aturdida. Si bien solo podia verle el perfil a la distancia, podia percibir una gran pena por parte de la mujer.
-Abuela le dijo en voz baja y entró.
Tras escucharla, Griselda recobró los sentidos y la miró, cambiando de expresión.
-Victoria, llegaste.
-Lo siento, abuela. Me topé con un problema en el camino y acabo de llegar. ¿Me esperaste mucho tiempo? La próxima vez si me vuelvo a demorar, me aseguraré de llamar-se disculpó, acercándose.
-Tonta, solo fue un momento. ¿Cuánto tiempo pude haber esperado? Además, no hay nada que hacer en el asilo, así que no importa si espero mucho o poco tiempo.
-No, eso no. Victoria sacudió la cabeza, se agachó y apoyó la cabeza en la pierna de la mujer antes de decir en voz baja-: Quiero informarte para que al menos mientras me esperas, sepas que estoy de camino a verte.
-Pequeña… La voz gentil de Victoria la tranquilizó, estiró la mano para acomodarle el cabello y preguntó-: Entonces, ¿por qué no me cuentas lo que te sucedió de camino aquí?
-Son asuntos de trabajo y es muy aburrido. Abuela, no hay mucho para decir. ¿Qué te parece si en cambio me cuentas una historia?-preguntó sonriendo tras hacer una pausa. Luego, tocó la foto en la mano de Griselda y dijo: Por ejemplo, la historia de esta foto.
La mujer vaciló por un momento antes tocarle la frente de forma gentil.
-Pequeña astuta.
-Mmm-murmuró Victoria apoyando la cabeza en ella-. Quiero escuchar la historia, abuela. -Bueno, te la contare.
Al mediodía, Victoria recibió un mensaje de Alejandro preguntándole donde estaba.
-En el asilo-, respondió brevemente.
Poco después de que envió el mensaje, Alejandro respondió: «Iré a almorzar».
Ella se sorprendió y preguntó: «¿No estás ocupado en la compañía?».
-Si, todavia estoy en una reunión. Me tomaré tiempo para ir, respondió.
La mujer no dijo nada y solo aceptó. No tenía nada para comentar en relación con que él se tomara tiempo del trabajo para ir al asilo a ver a su abuela.
La reunión al final terminó. Después de experimentar la mordacidad de Alejandro durante varias horas, todos los altos ejecutivos en la sala de conferencias salieron pálidos, mirándose de forma apenada. Luego, sacudieron la cabeza, suspiraron y se fueron avergonzados.
Alejandro se acomodó la corbata y miró el reloj; ya era hora, así que, si se iba al asilo en ese momento, llegaría a tiempo.
Salió de la sala de conferencias de forma impasible. De repente, una mujer hermosa con un vestido blanco acomodándose el cabello caminó hacia él.
-Ale.
La voz de la mujer era suave y clara, lo que hizo que los altos ejecutivos la miraran. Alejandro hizo una pausa y vio que Claudia sostenía un contenedor de comida mientras caminaba hacia él. Dejó de estar tan serio al verla y caminó hacia ella.
-¿Qué estás haciendo aquí?
Como los demás ejecutivos estaban allí, Claudia lucia un poco tímida y le dijo en voz baja:
-Has estado ocupado en el trabajo en el último tiempo y no creo que hayas estado comiendo de
forma adecuada, así que te prepararé un poco de comida que te gusta.
Las personas a su alrededor no pudieron evitar suspirar con envidia y Claudia se ruborizó; lucía un poco avergonzada y agachó la cabeza. Las personas a su alrededor no hicieron nada más que observar lo que sucedia.
-Señor Calire, es muy afortunado.
-Si, todos envidiamos al señor Calire por tener tan buena fortuna.
Trataban de halagarlo, pero no se imaginaron que no le gustaban las bromas sobre él y Claudia. De hecho, los miró de forma severa y penetrante.
-¿No tienen nada mejor que hacer? ¿O su desempeño de antes no les dio suficiente vergüenza? ¿Quieren tener otra reunión después de esto?
Las personas alrededor de ellos enseguida se sintieron intimidados y no se atrevieron a hablar. En solo un momento, todos se fueron en silencio.
Claudia, quien estaba de pie frente a Alejandro se sorprendió al ver que se enojaba y lo miró, sorprendida. «¿Por qué de repente se enojó? No dijeron nada malo, ¿no? Pero parece que no le gusta cuando las personas bromean sobre él y yo..
Más importante aún, Claudia sentía que la habían humillado frente a ejecutivos de la compañía. Pensaba que era especial, así que se atrevió a esperarlo en esa oportunidad. También tenía pensado imponer su dominancia frente a sus colegas al hacerlo. De hecho, quería que todos supieran que ella era quien sería la jefa de la compañía, no Victoria. No obstante, no se imaginó que Alejandro se enojaría.
¿Qué te sucede, Ale?
Tras escucharla, el hombre hizo una pausa y recobró los sentidos, un poco aturdido. No sabía por qué de repente había perdido el temperamento de esa forma. En ese momento, estaba muy molesto.
-Nada, ¿por qué viniste hoy? -preguntó con los labios fruncidos.
Claudia estaba estupefacta. Le había dicho, pero él se había olvidado, así que no tuvo opción más que repetir de forma incómoda lo que acababa de decir. Sin embargo, Alejandro parecía distraído.
Claudia, gracias por tomarte la molestia, pero tengo algo que hacer y me tengo que ir —dijo al final, frunciendo el ceño. Luego, añadió girándose hacia su asistente-: Haré que alguien te lleve.